¿Por qué las personas no aceptan la biotecnología si no la conocen?

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Los gobiernos nacionales, entidades internacionales y la sociedad civil apoyaron la revolución verde. El temor de que el crecimiento de la población fuera mayor que la producción de alimentos y causara hambre masiva los atormentaba; y, el hecho de que las variedades fueran desarrolladas por las instituciones públicas de investigación sin ánimo de lucro ayudó a que aceptara mejor la causa. Los resultados fueron tan gratificantes que Norman Borlaug, el padre de la Revolución Verde, fue galardonado con el Premio Nobel de paz en 1970.

Por esto es difícil de entender porqué existe una desaprobación pública a la ingeniería genética aplicada a plantas (biotecnología verde), a pesar de que importantes academias científicas apoyan esta tecnología. La Royal Society de Londres, las academias de ciencia de Estados Unidos, Alemania y Francia, la Organización Mundial de la Salud, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han declarado que no existen riesgos para los seres humanos, los animales o el medio ambiente.

Los autores afirman que no es tan claro porqué el mismo público que acepta medicinas como la insulina, la cual está hecha con tecnología de ADN recombinante (transgénesis), no acepta los transgénicos. Su desconfianza hacia las autoridades encargadas de la aprobación de los cultivos transgénicos no les permite aceptar el dictamen de las autoridades científicas, añaden.

Cultivos transgénicos para alimentar a mundo con hambre

La amenaza del hambre de la población ha disminuido desde que se dio la primera comercialización de las semillas genéticamente modificadas (GM) en 1996. Luego de 20 años de consumo continuo, los cultivos transgénicos han demostrado que son tan seguros como su contraparte convencional. Maíz, algodón, soya y canola son los cultivos que se comercializan en mayor número a nivel mundial y son usados, en su mayoría, para alimentación animal o materia prima de la industria.

Los rasgos como la resistencia a los insectos y la tolerancia a los herbicidas, propios de los cultivos transgénicos, reducen los costos de producción y llevan a una mejor calidad de vida para el agricultor. Los autores afirman que esta visión negativa de la tecnología se da, en su mayoría, por parte de consumidores de los países ricos pues no necesitan de la tecnología, ya que tienen suficientes alimentos.

Los consumidores de países ricos no tienen ninguna necesidad de comprar un Arroz Dorado mejorado con beta caroteno (para la deficiencia de vitamina A), porque muy pocos de ellos sufren de este problema y si lo hacen, pueden obtener suplementos vitamínicos en las farmacias” indican los académicos.

En el caso de los cultivos transgénicos, los opositores han construido la incertidumbre (entendida como una constante evaluación científica) como riesgo directo a la salud. “Aunque no hay evidencia de daño hasta ahora, la ciencia está comprometida en mantener una verificación permanente. Demostrar la ausencia de riesgo es imposible para la ciencia”, afirman los autores.

Aunque el área de cultivos transgénicos ha crecido cien veces desde 1996, según El Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA, por su sigla en Inglés), el potencial de la biotecnología no se ha alcanzado completamente a pesar de los beneficios que ha demostrado para los agricultores:

  • En Sudáfrica en 2001, 10 años después de su adopción, el 72% de todo el maíz blanco era transgénico.
  • En India el 90% de todo el algodón contaba con la tecnología de resistencia a insectos (Bt) en 2014.
  • En Brasil la soya transgénica cubrió el 83% de la superficie cultivada en 2011.
  • En 2003 Filipinas permitió a los agricultores sembrar maíz amarillo genéticamente modificado; 8 años después había cubierto el 64% del área de cultivo.

Agricultores de la mayoría de países en desarrollo seguirán siendo incapaces de utilizar nuevas variedades de cultivos transgénicos, o incluso las variedades existentes, hasta que los consumidores de los países ricos cambien de opinión sobre los OMG. No por primera vez en la historia, los gustos de los ricos impulsarán los resultados de bienestar para los pobres” concluyen.

 

Información del Smart Indian Agriculture y el estudio “The Political Economy of Biotechnology”

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